Detrás de la mole del magnífico teatro que hoy honra al compositor oaxaqueño Macedonio Alcalá se esconde una joya histórica de Oaxaca. Terminados los grandes muros del teatro, de repente se rompe la casi implacable regularidad de la traza hipodámica de la vieja Antequera y un callejón escondido da acceso a un espacio abierto al interior de la manzana. Grandes rejas de varillas de hierro entretejidas al rojo vivo, diseñadas por el maestro Francisco Toledo, recordado hoy por su inmenso amor a Oaxaca, sugieren que estamos entrando a un espacio demarcado y especial. Un piso enladrillado, intercalado con pasto verde, en combinación con los muros de cantera de una antigua iglesia del siglo XVII, hablan de un espacio antiguo, un lugar con mucha historia. De hecho, fue en este lugar donde los dominicos establecieron su primera sede en Oaxaca en el año de 1528. En aquel entonces no fue nada imponente. Testigos en una residencia de pocos años después declararon que había solamente un muro de adobe que rodeaba tres manzanas de la ciudad1 y una sencilla construcción de adobe en su interior, todo levantado por los pueblos originarios que estaban asentados alrededor de la nueva villa española. Esta primera iglesia y casa, con el nombre de Santo Domingo, probablemente ya tenía una capilla abierta con la advocación de San Pablo, reservada para la población indígena de los Valles Centrales.
Pero desde esta humilde fundación, la orden de predicadores proyectó con el paso de los años su dominante presencia por todo el sur de Mesoamérica, tan lejos como San Salvador y Honduras, con la excepción de la península de Yucatán donde predominaron los franciscanos. Ya a mediados del siglo XVI, la orden vio necesario solicitar el permiso a la cuidad de Antequera para hacerse de un nuevo espacio, dos veces mayor al primero, en la orilla norte de la ciudad, para una nueva sede. Desde el temprano siglo XVII, cuando los frailes habitaron esta sede, la primera quedó en la sombra y, en varias ocasiones, en ruinas. Por lo mismo, el mantenimiento y las reconstrucciones necesarias generaron problemas constantes que los frailes resolvieron vendiendo las esquinas del atrio y la mayor parte de la huerta para la construcción de casas; por ejemplo, la que es ahora el Museo Textil de Oaxaca, en cuya principal sala de exhibición aún podemos ver cómo colinda con el muro exterior de la Capilla del Rosario del convento. Debido a este proceder, el convento terminó encerrado al interior de la manzana, con solo unos callejones como accesos. Reconstruido varias veces a raíz de los frecuentes temblores, finalmente fue nacionalizado en 1860 y poco después, junto con el convento de San Agustín, vendido a particulares para crear un fondo con el cual pagar a los profesores del Instituto de Ciencias y Artes del Estado. Es por esta razón que ambos conventos son propiedad particular desde hace más de siglo y medio. En 1862 se abrió la calle de Fiallo, demoliendo una casa al lado del actual Museo Textil, más el ábside y la sacristía de San Pablo, y se cerraron los callejones de acceso, por lo que el antiguo edificio comenzó a desaparecer en la masa construida de la manzana.
Entre 2005 y 2011, en un proceso sumamente complejo que involucró a arqueólogos, historiadores, restauradores, arquitectos e ingenieros, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca recuperó la mayor parte del antiguo complejo, juntando, poco a poco, las distintas propiedades que la constituían. Solo la nave de la iglesia quedó fuera del proyecto, ya que actualmente sigue siendo una casa habitada. Los trabajos arqueológicos cambiaron por completo lo que sabíamos de la historia de Oaxaca anterior a la ocupación mexica. Entierros, cerámica y muros de las fases anteriores, y de los inicios de Monte Albán revelaron que aquí existió, desde hace 2,800 años, un pequeño asentamiento de los ancestros de los actuales zapotecos. Sin embargo, el sitio parece haber sido abandonado en la etapa de Monte Albán I (antes de 100 a.C.).
En 2008 se abrió el Museo Textil de Oaxaca, en la llamada Casa Antelo y, en 2011, se abrió el complejo conventual recuperado, este útlimo como la nueva sede de la Fundación, integrando diversas funciones culturales en sus espacios. Desde el día de su apertura se ha posicionado como un hito cultural y una atracción turística en el centro de Oaxaca, donde propios y extraños buscan un momento de distracción con un café, descubren la historia del antiguo edificio y, con ella, la de la ciudad, se reúnen para enseñar, aprender y reflexionar, o acuden a disfrutar de alguna de las actividades constantes.
El convento y su iglesia no estaban destinados al servicio de la población española, sino a la conversión de la población indígena alrededor de la ciudad. Por lo mismo, en la capilla de San Pablo se predicaba en mixteco, zapoteco y en náhuatl, y desde aquí los dominicos coordinaron sus importantes estudios sobre estas lenguas indígenas de Oaxaca. A la vez, el convento incluyó lo que probablemente fue la primera biblioteca de Oaxaca. Hoy, algunos de los libros de esta biblioteca se conservan y están incorporados al acervo de la Biblioteca Francisco de Burgoa de la UABJO, y se les reconoce por la marca de fuego de San Pablo en su canto.(2) Actualmente, no sabemos dónde estaban precisamente estos libros en el exconvento de San Pablo, pero la historia del antiguo convento y su biblioteca fue una inspiración para crear, en el edificio restaurado, una biblioteca moderna dedicada a la historia cultural y a las lenguas de los pueblos de Oaxaca: la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova de la FAHHO. Este repositorio de información sobre Oaxaca abrió sus puertas en agosto de 2012. En los ocho años de su existencia la biblioteca ha recibido a un poco más de ochenta mil usuarios.
A pesar de su escenario histórico, es una biblioteca del siglo XXI que combina entornos físicos y virtuales. Al ampliarse lo físico con lo digital, la biblioteca se vuelve un repositorio de información que sirve a diversos públicos en Oaxaca y alrededor del mundo. Es un espacio acogedor y multicultural, coordinado por bibliotecarios profesionales y multilingües (hablantes de español, mazateco, mixe, triqui, inglés, entre otros) que ayudan a orientar a los usuarios a encontrar la información que necesitan. En un día normal, los usuarios de la biblioteca pueden ser estudiantes universitarios que necesitan un lugar inspirador en el centro de la ciudad para estudiar, delegaciones de comunidades indígenas que buscan información sobre sus pueblos o investigadores internacionales que trabajan en colecciones especializadas.
La colección de la biblioteca tiene un fuerte enfoque hacia la historia cultural de Mesoamérica y posee importantes acervos de arqueología, historia, lingüística y antropología. Son particularmente notables sus materiales históricos sobre la ciudad y el estado de Oaxaca, sus colecciones de textos en lenguas indígenas de México (especialmente oaxaqueñas) que van desde 1555 hasta la actualidad.
El nombre de la biblioteca evoca el pasado del exconvento como un centro de estudio de las lenguas oaxaqueñas: Fray Juan de Córdova fue autor de una gramática del zapoteco del siglo XVI y de un extraordinario vocabulario de este mismo idioma, se hospedó en este convento cuando llegó por primera vez a Oaxaca y décadas después murió entre sus muros. Las distintas salas de la biblioteca llevan los nombres de otros personajes históricos que visitaron o vivieron en este convento, por ejemplo, el especialista del náhuatl en Oaxaca del siglo XVII, fray Nicolás de Rojas, el gramático del mixteco del siglo XVI, fray Antonio de los Reyes, y Luis de León Romano, el erudito italiano de mediados del siglo XVI que impulsó importantes obras públicas en la ciudad de Oaxaca, y que fue enterrado en la iglesia del convento.
Entre los manuscritos e impresos especiales encontramos las colecciones y fondos históricos sobre Oaxaca, como las de don Luis Castañeda Guzmán y don Luis Fernández del Campo, pero también los archivos de destacados investigadores como John Paddock, Emily Rabin, Irmgard Weitlaner Johnson y Thomas Smith-Stark. Entre los materiales que resguarda la biblioteca podemos encontrar fotografías de pueblos indígenas de mediados del siglo pasado tomadas por Irmgard Weitlaner Johnson, antropóloga pionera en el estudio de textiles; el pasaporte que el joven gobierno mexicano expidió en 1829 a Claudio Linati, el hombre que introdujo la litografía en México, para “voluntariamente” abandonar el país por su visión demasiado crítica. También se conserva uno de los pocos textos —el más bello— redactados en la lengua chiapaneca, hoy extinta; el reglamento de prostitución de Santa María Oaxaca alias El Marquesado, de 1907; un vocabulario de la lengua náhuatl, impreso en 1555 por Juan Pablos, el primer impresor de la Nueva España; el primer folleto del Homenaje Racial de 1932; tres hojas del famoso Códice [de] Yanhuitlán, cuyas otras hojas se conservan en el Archivo General de la Nación y en la Biblioteca José María Lafragua, de Puebla; los planos elaborados por el arquitecto Francisco Tort para la fábrica textil de San Agustín; un voluminoso sermonario de 1614 impreso en náhuatl por Cornelio Adrián César, un huérfano nacido en el sitio español de Haarlem (1574) en los Países Bajos, que ilegalmente llegó a la Nueva España en la flota del nuevo virrey de 1595 y quien se convertiría en el impresor más importante de la Nueva España a finales del siglo XVI y temprano siglo XVII. O una de las colecciones más grandes del mundo de cartillas y materiales de lectoescritura en lenguas indígenas producidos durante el siglo XX.
Siguiendo el clásico perfil de las bibliotecas de investigación, la Juan de Córdova entrelaza la información (sus colecciones) con la investigación y la cultura. Entre sus proyectos de investigación, frecuentemente llevados a cabo en cercana colaboración con comunidades tradicionales, mencionamos el estudio de los dos lienzos de Santa María Zacatepec que derivó en una gran exposición en el Centro Cultural San Pablo (2012) y, posteriormente, en la comunidad misma. La colaboración incluyó una variedad de maneras de difundir los resultados entre la población: la conformación de un grupo de teatro, una visita al Museo Nacional de Antropología y otros eventos en la comunidad.
Con la comunidad triqui de San Andrés Chicahuaxtla se creó una exposición sobre su héroe Hilarión (2014), quien vive en la memoria oral de la comunidad como un hombre legendario que luchó al lado de los triquis en los conflictos de haciendas azucareras.
La biblioteca trabajó durante varios años en el registro de las distintas tradiciones antiguas alrededor del consumo del cacao. Oaxaca es una de las regiones más ricas en este tema, con tradiciones, técnicas y gustos de gran antigüedad, pero esta diversidad de usos y recetas es poco conocida. Y para dar un último ejemplo, en colaboración con comunidades de la Mixteca Baja, se curó una gran exposición sobre el estilo ñuiñe que caracteriza a las inscripciones y ciertos objetos de la época clásica (400- 800 d.C.) de esa región. Esta exposición de 2016 surgió del estudio del legado de John Paddock, quien, en la década de 1960, fue el primero en identificar este particular estilo iconográfico. Las investigaciones de la biblioteca generan conocimientos que son continuamente transformados en exposiciones que viajan por comunidades de todo el estado.
La biblioteca también ha sido coorganizadora de grandes eventos culturales y académicos. Entre 2011 y 2015, en el mes de diciembre, se realizó la Posada del Cacao en la que mujeres y hombres de distintas comunidades viajaban a la ciudad de Oaxaca para compartir sus tradicionales bebidas de cacao con los visitantes. Las posadas incluían una calenda, música, conferencias, exposiciones y una degustación, tuvieron tal éxito, que se rebasaba el aforo del atrio de San Pablo.
En cuatro ocasiones (2012, 2014, 2016 y 2018)3 la biblioteca fue la sede del Coloquio sobre Lenguas Otomangues y Vecinas, un encuentro bianual que reúne a especialistas e interesados en las lenguas habladas en Oaxaca. Este es, por mucho, el evento más importante sobre las lenguas de Oaxaca ya que atrae a especialistas y activistas de la conservación y revitalización de las lenguas.
El COLOV es un evento académico y a la vez cultural. Las conferencias se entremezclan con exposiciones, conciertos y otros eventos en los que las lenguas de Oaxaca son el tema central.4 Es la principal ocasión en que activistas y oaxaqueños interesados pueden conocer e interactuar con investigadores de otras latitudes. La biblioteca ha organizado, junto con la Universidad de Massachusetts-Amherst, el INALI, el CIESAS y la UNAM, una serie de seis talleres para hablantes de lenguas otomangues y oaxaqueñas, tres dedicados al análisis de tono (2012-2014) y tres más dedicados a gramáticas pedagógicas (2015-2017). Estos talleres reunieron a hablantes de estos idiomas con algunos de los principales lingüistas de lenguas tonales y gramáticas pedagógicas del mundo. En 2018 la biblioteca fue coorganizadora de la sesión anual de la Sociedad Americana de Etnohistoria en Oaxaca, la segunda ocasión en que esa sociedad decide hacer su evento anual en México.
Las actividades de la biblioteca también incluyen las publicaciones. Ha participado en la edición de libros especializados y para primeros lectores de lenguas indígenas. También ha incursionado en las publicaciones digitales, de las cuales la más importante es Satnu: repositorio filológico mesoamericano que incluye cientos de textos digitalizados en zapoteco, mixteco, chocholteco y otras lenguas indígenas que se produjeron durante el Virreinato. En este proyecto participan, hasta ahora, el Archivo Histórico Judicial de Oaxaca, el Archivo General del Estado de Oaxaca y el Archivo General de la Nación. Recientemente, en colaboración con la Endless OS Foundation, la biblioteca alberga el proyecto Endless Oaxaca Multilingüe que utiliza el sistema operativo Endless basado en Linnux para ayudar a reducir la brecha digital que, lamentablemente, caracteriza a Oaxaca. Otra colaboración importante de la biblioteca se da con el Centro Profesional Indígena de Asesoría, Defensa y Traducción, A.C. (Cepiadet), asociación de abogados bilingües que defiende los derechos indígenas y lingüísticos. Entre las numerosas actividades conjuntas, destaca la publicación en línea de Ndiya, sitio dedicado a la orientación sobre el pluralismo jurídico y diversidad lingüística.
A la par de las actividades anteriores, la biblioteca busca mejorar el nivel de sus servicios mediante la contratación de personal profesional, la constante capacitación del personal, no solo de la bibiblioteca, sino de las que así lo requieran, además de la construcción de sistemas autónomos de servicios digitales. Para lograr estas funciones, fue cofundadora de la Red de Unidades de Información de Oaxaca (RUIO) en la que participan unas dieciséis bibliotecas, y se ha dedicado a construir —siempre buscando alianzas y sinergias— la plataforma de información digital de la FAHHO, basada en programas de código abierto que permitan la independencia de los sistemas.
Como dato curioso, durante los años de 1834 y 1860, el Instituto de Ciencias y Artes del Estado estuvo ubicado en el convento —todavía propiedad de los dominicos—, por lo que arriba de una de las puertas de la actual biblioteca puede leerse el rótulo “Aula de Derecho”. Sin duda, detrás de esta puerta daba sus clases el licenciado Benito Juárez, en aquellos años catedrático de Derecho Canónigo. En estos espacios se formaron los pensadores liberales que años más tarde implementarían las Leyes de Reforma, dando inicio al Estado laico moderno. El edificio de San Pablo siempre tuvo una vocación educativa y de investigación, aunque obviamente determinada por la particular matriz social en la que funcionaba. Para el siglo XXI, la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova retoma este hilo histórico, pero esta vez desde una visión en la que los pueblos y naciones de Oaxaca son reconocidos como los actores históricos que fueron en la conformación de la actual sociedad diversa y contrastante de Oaxaca y de México.
Notas al pie
1 Originalmente, los dominicos tenían tres manzanas, su propiedad llegaba hasta la actual calle de Xicoténcatl. La última manzana, entre Melchor Ocampo y Xicoténcatl, se regresó a la ciudad cuando adquirieron las seis manzanas para su nuevo convento en la década de 1550. Hasta 1862 las dos manzanas restantes quedaron juntas, por lo que la actual calle de Fiallo topaba con una casa que existía al lado de lo que hoy es el Museo Textil de Oaxaca. Frente a la actual Proveedora Escolar había un muro que escondía la parte restante de la huerta del convento, ahora un jardincito público.
2 Esta marca de fuego dio pie al logo del Centro Cultural San Pablo.
3 En estos años la Posada del Cacao recibió un importante apoyo por parte de Chocolate Mayordomo, a cuyos dueños les agradecemos su generosidad.
4 En cada una de sus ediciones, el COLOV ha recibido importantes aportaciones de instituciones como el INALI.