Breve historia de la fiesta llamada Guelaguetza

A pesar de su dudosa representación de las relaciones de poder, la Guelaguetza es una fiesta muy querida y además un importante motor de la economía turística. En un sentido simbólico representa de manera idealizada a la ciudad de Oaxaca como centro del estado, y plantea un traslado atractivo y seductor de las complejas relaciones de poder entre la ciudad y los pueblos indígenas, adquiriendo gran prestigio por su cercanía con el discurso hegemónico.
A tal grado ha llegado este prestigio, que sus elementos son exportados hacia el interior del estado y hacia todos los lugares donde la población sufre la erosión de su identidad. El magisterio juega un papel fundamental en este proceso, divulgando los bailables y trajes en las programas culturales de las escuelas, determinando de esta manera lo que se entiende bajo el concepto de ‘cultura’. El poder político de la fiesta quedó claro en el año 2006, cuando el magisterio tomó la decisión de ampliar su agenda de acción creando su propia Guelaguetza ‘popular’.

Quizá el más importante ejemplo de la multiplicación no sólo de la celebración, sino de sus significados, es el de las comunidades que han retomado la Guelaguetza para resolver sus necesidades identitarias, como sucede en el caso de los oaxaqueños que residen en la ciudad de México y en diferentes ciudades de Estados Unidos. En algunos de estos lugares la celebración ha recuperado una sorprendente espontaneidad sin la participación del poder estatal, y ha logrado retomar su sentido principal como espacio de convivencia y auto-afirmación de la identidad para un público nuevo.

 

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